No es fácil juntar todas las piezas y rearmarse.
No es fácil dejar un mal hábito.
No es fácil aceptar ayuda de otros, una mano, un abrazo, especialmente si se está acostumbrada a lidiar con los problemas una sola.
No es fácil que alguien que no es autosuficiente, como yo lo soy, lo comprenda.
No es fácil tampoco hablar acerca de quién soy y cómo soy.
No es fácil para mí correr riesgos, salir de mi zona de seguridad. Fueron bastantes los golpes.
Sé que, a fuerza de los golpes que una se da, se aprende.
Yo aprendí. Aprendí a huir de ellos, a temerles. Mucho, quizás demasiado, al punto de paralizarme, de no querer caminar sin red.
Sé que no es la mejor forma de pensar y de hacer las cosas.
Es la que conozco, es con la que viví hasta ahora, con sus pro y muchos, muchísimos contras.
No es fácil juntar todas las piezas y rearmarse, mis piezas tienden a desparramarse e incluso perderse en el intento.
No es fácil dejar un mal hábito, pero sé que debo hacerlo, por mi propio bien y para no lastimar a los demás.
No es fácil aceptar ayuda de otros, pero es evidente que sola no puedo.